La presidenta de la Comunidad de Madrid no rehuye ningún debate. Hablamos con Isabel Díaz Ayuso de por qué la critican, el deterioro social que a su juicio estamos viviendo, la renovación del PP y de cómo se imagina su vida fuera de la política.
En un salón de la Casa de Correos, sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso lleva traje de Roberto Verino. / Fotos: Uxío Dávila / Estilismo: Carla Aguilar
María José BarreroActualizado · 17 de diciembre de 2022, 08:27 h
Entra en la sala con una sonrisa, lista para aparcar durante un par de horas sus obligaciones, tras asistir al pleno semanal en la Asamblea de Madrid. La sanidad y la Ley trans han sido dos de los asuntos debatidos, pero Isabel Díaz Ayuso (Madrid, 1978) está dispuesta a hablar de eso y de mucho más.
Dice que llega con las pilas puestas. De fondo, el runrun de los villancicos que dos pisos más abajo, en el patio de la Casa de Correos, animan el Belén abierto al público y que se mezclan con el ruido del montaje de un escenario para, al día siguiente, homenajear a la Constitución.
MUJERHOY. Lleva más de tres años al frente de la Comunidad de Madrid, ¿sigue apuntando las cosas buenas que le pasan?
ISABEL DÍAZ AYUSO. Sí, siempre. Y todos los días hay un buen motivo para agradecer estar aquí. Es cierto que es muy duro, que mi vida ha cambiado por completo y no soy la misma. Madrid y España han vivido momentos que no olvidaremos. Eso te cambia, pero todo lo que cuesta en la vida, lo que te hace sufrir, lo que entraña más dificultades, es lo que más se aprecia.
MH. ¿Cuáles son las últimas cosas buenas que ha apuntado?
Conversaciones con algunos ciudadanos, detalles del día a día…
MH. ¿Y qué ha aprendido en estos tres años?
Que cuando tienes una responsabilidad en la que te debes a los ciudadanos, el puesto no te pertenece. Me ha ayudado a conocer el papel de Madrid dentro de España, a darme cuenta de que tus decisiones son las de todos, que esto va de perder el miedo a hacer las cosas bien. Y que durante unos años cortas tu vida para, en cuerpo y alma, entregársela a la labor que estás realizando. Si no, esto no puede salir bien. Eso te genera nostalgia, pero merece la pena.
MH. ¿Le sorprende que cualquier declaración suya acabe siendo noticia?
La verdad es que sí. Llevo encima una presión extraordinaria sobre lo que digo, lo que se supone que he dicho, lo que podría haber dicho y no he dicho… Pero he aprendido que lo importante no soy yo, sino los madrileños. Al invertir el orden, las cosas se relativizan.
MH. ¿Cómo lleva ser trending topic un día sí y otro también?
Hay veces que lo veo positivo, porque cuando queremos poner en marcha algunas campañas, por ejemplo contra las drogas, llegan a más personas. Pregunto mucho, escucho mucho y leo mucho. Pero las campañas para hacer daño, están al margen de mí por completo.
MH. ¿Cree que su defensa de Madrid se entiende en el resto del Estado?
No creo que provoque rechazo, porque saben que Madrid es la casa de todos. La inmensa mayoría de los ciudadanos quiere que se respete la ley, la convivencia, estar en paz y que no nos cambien el país por la puerta de atrás, lo que hace el Gobierno, que intenta promover una imagen de Madrid distorsionada, como una comunidad de ricos; y no puede estar más lejos de la realidad.
Esta es una comunidad solidaria, hecha de todas las formas de ser español, de ciudadanos que trabajan y están al servicio del país. Lo que ha ocurrido con el Impuesto de Patrimonio o la dejación de fondos es un sinsentido. Por eso la relación con el Gobierno no está en un buen momento.
MH. ¿Tiene contacto personal con algún ministro?
En ocasiones, según los temas que tratamos o en los eventos donde tenemos la oportunidad de vernos. Es que me cuesta mucho estar bien con aquellos que quieren señalar a Madrid, que es la que cumple, y sin embargo se arrodillan ante los que no lo hacen y dicen sin pudor que harían lo que fuera, aunque sea ilegal, para romper la nación.
Usted ha dejado claro que su objetivo es que el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, llegue a la Moncloa en las próximas elecciones…
Ha de llegar a la Moncloa, estoy convencida. Primero por su valía y después porque si este país no tiene un Gobierno con Feijóo al frente, escribirá en 2023 el último capítulo de la España que conocemos.
MH. ¿En qué sentido?
A partir de 2024, si no hubiera cambio de Gobierno, nos dirigirían a un cambio de modelo, que antes era por la puerta de atrás y que ahora ya no se esconde, para llevarnos a una República y romper el país entre países catalanes, País Vasco con Navarra y el resto.
MH. ¿El viaje al centro de Núñez Feijóo es una oportunidad o un peligro?
Creo que no se trata de viajar ni de girar. Se trata de gobernar con un criterio claro, pero sin excluir, intentando que todos se sientan representados. No se trata de izquierda o derecha, se trata de que hay políticos que han decidido no cumplir las leyes y situarse al margen. Y otros que, nos guste o no, nos ceñimos a las reglas del juego.
MH. ¿Qué relación tiene con él, respecto a la que tenía con Pablo Casado?
Es una relación distinta. Hemos encajado perfectamente y ha habido desde el comienzo mucha confianza. Hablamos a diario del futuro de España y nos preocupa enormemente lo que estamos viviendo, el deterioro constante y cómo se está transformando a impulsos a la sociedad española.
Hoy prohíben que tu mascota tenga crías, que las niñas anuncien juguetes de niñas, te dicen cómo te tienes que relacionar, qué tienes que comer, cómo ha de ser la educación de tus hijos, la relación afectiva de los niños, que apagues la luz de los escaparates, el coche que tienes que conducir. Los artistas están perseguidos; las letras de las canciones de los años 80, prohibidas; las películas señaladas. Hay listas de médicos por si practican o no lo que va contra su conciencia, empresarios señalados, periodistas cuestionados…
Sin darnos cuenta, han ido acabando con la libertad y la convivencia: el hombre y la mujer están enfrentados, el agravio es constante, las nuevas generaciones no tienen libertad, como tuvimos nosotros, para el humor de adultos, los chistes, la cortesía, lo políticamente incorrecto, que es tan español. Todo lo han deteriorado.
MH. ¿Ha vuelto a hablar con Pablo Casado? ¿Ha perdonado sus acusaciones?
No es cuestión de perdonar, porque si no viviría en un rencor innecesario. Simplemente hay límites: ni la familia puede ser utilizada en política, ni el honor de una persona puede ser cuestionado por nada. Y cuando algo que se rompe no tiene arreglo, simplemente hay que dejarlo marchar, si queremos ser coherentes y tenemos dignidad.
MH. Cuca Gamarra dice que igual que a la presidenta finlandesa Sanna Marin se la ha criticado por ser mujer y joven, con usted han sido especialmente duros. ¿Lo cree así?
Absolutamente.
MH. ¿Pero por ser mujer y joven?
No. Me atacan por representar una forma diferente de ver la vida. Yo la encaro con alegría, con bravura, con ganas, sin miedos, ilusionando a la gente. Y otros quieren una política oscura, de agravio, miedos, imposiciones… Intentan detenerme buscándome defectos o atacando a mi entorno. Representamos un contrapeso, una comunidad que es motor y alegría. Pero siendo mujer, los ataques son diferentes.
MH. ¿A Irene Montero se la ataca por ser mujer y joven?
Se le ataca por poner a violadores en la calle, porque se han multiplicado las agresiones sexuales, tirando dinero y trasladando a los jóvenes mercancía averiada. ¿Tienes problemas? Hormónate. ¿Tienes problemas? Enfádate. Y tratando a las mujeres como si nuestro objetivo fuera estar borrachas o con frivolidades que no representan a la mujer de verdad; a la inmensa mayoría, que no me gusta hablar por todos.
MH. ¿Qué opina de la Ley del solo sí es sí?
Da la sensación de que hay que pedir perdón a la ministra y me tienen que explicar por qué. No era tan difícil aumentar las penas y esto no estaría sucediendo. ¿Y qué haremos cuando haya reincidencias? Creo que lo han hecho así, pese a las advertencias, para poner en tela de juicio a la justicia. Porque Podemos quiere que el papel de fiscales, jueces e instituciones sea papel mojado.
MH. ¿Y qué piensa sobre la Ley Trans?
Confunde lo que es con lo que se puede creer que eres en la adolescencia. Hace mucho daño. Escorar estas políticas solo sirve para confundir a los jóvenes, trasladarles miedos y fobias, y tenerlos tensionados.
MH. El ambiente en el Congreso es últimamente de bronca e insultos…
Esto empezó en el 15 M. Desde que esta gente entró en las instituciones han tenido una estrategia de carcoma: ir erosionándolas, desde la escuela hasta el Poder Judicial, para que el Estado esté sin sustento. Hasta que una parte del Parlamento se ha cansado. Si una parte se impone y los demás callan, la convivencia está asegurada. Pero si los que están pisoteados alzan la voz, dicen que todos son iguales. Y no.
MH. Pero ese ambiente crea desafección en los ciudadanos.
Absolutamente. Esa es parte de la estrategia: desanimar a la gente y alejarla de la política. Y es muy peligroso.
MH. ¿Y qué deberían hacer entonces los políticos?
Tiene difícil solución desde el momento en que el Gobierno están sustentado por la izquierda radical. ¿Quiénes son los de Bildu? Los que mataban. Y dicen en el Parlamento que el Gobierno les debe todo. Y los independentistas que rompen la convivencia en Cataluña y pretenden trocear la soberanía del pueblo español.
Es gente que reconoce que el fin justifica los medios, que si hace falta se modifica el Código Penal a la altura del delincuente, que el Poder Judicial, el Ejecutivo y el Legislativo son lo mismo. El problema es tan grave que va más allá del Congreso. Y pretenden que quienes representan la Constitución y la unidad de España se callen.
MH. ¿Y de qué manera intenta usted rebajar la crispación?
En la Asamblea, me comprometí a aguantarlo todo. Y he escuchado que fomento las violaciones, me han comparado con los nazis, con Putin, me han llamado asesina en las manifestaciones… Todos los días recibo improperios, pero intento no olvidar que lo que dice la oposición no es tan relevante. Si me pongo en ese nivel, la que desluce la institución soy yo.
MH. ¿Le molesta que se atribuya su discurso a su jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez?
A veces pienso: «Si es tan bueno, que no me quiten el mérito de haberlo elegido». A ningún político le dirían algo así. Y cuando muchos ministros hablan de ‘ ayusadas‘, los que van de feministas demuestran ser los más machistas. Intentan construirme una imagen que no cala, afortunadamente, entre los ciudadanos.
Todos mis discursos están muy preparados. Cada palabra que digo la tengo clara. Extraen un frase para darle la importancia que no tiene. Es algo con lo que he aprendido a convivir, porque si no tendría miedo. Y no permito que los miedos me condicionen o que me escriban las cosas.
MH. Hablando de los que se dicen feministas, ¿usted lo es?
Si ser feminista es la igualdad entre hombres y mujeres ante la ley y las oportunidades, sí lo soy, como todos. Como la inmensa mayoría de los hombres también.
MH. Estamos a seis meses de las elecciones autonómicas. En las de 2020, sus rivales la acusaron de presentarse ante los electores con un folio en blanco.
Llevaba un programa de 300 medidas que estamos cumpliendo en su totalidad. Me gustaría ver si hay gobiernos en España tan estables y con un programa cumplido como el mío.
MH. ¿Ha encontrado la receta para resolver el problema de la sanidad?
Tanto en España como en Madrid, se necesitan políticas creativas que modernicen este servicio público. Quiero que los ciudadanos estén más cerca de su sanidad, que tengan relación directa con sus hospitales, sus centros de salud, sus profesionales. La sanidad de Madrid siempre ha sido la mejor de España y lo sigue siendo. El problema de falta médicos es nacional, pero la sanidad de Madrid es buena, los hospitales son los mejores.
MH. Pero las quejas y manifestaciones vienen por la atención primaria.
En la primaria ha habido un déficit de médicos, pedimos una estrategia nacional porque en 10 años se habrán jubilado más de la mitad. Queremos mejorar sus condiciones, dentro de nuestras posibilidades. Las manifestaciones son mensajes y hay que escucharlos. Pero por cada sanitario en su derecho a trasladar su malestar, había sindicalistas, autobuses de fuera, plataformas políticas, activistas…
MH. ¿Eso podría restarle votos?
No me preocupan los votos, me preocupa que se instale un mensaje que no es cierto, porque la sanidad aquí es de primera.
MH. ¿El apoyo popular que recibe de una parte de los madrileños puede hacerle perder la perspectiva?
La vida que llevo es tan difícil, las cosas que vivo son tan complicadas, es tan hostil este puesto, que no hay un solo día que tenga margen para la autocomplacencia. Sin embargo, el cariño de la gente es muy importante. Me piden fotos y me dicen: «O nos hacemos una foto o en casa me matan. Allí te queremos mucho». Se ve que las familias madrileñas muchas veces hablan de mí y eso es precioso.
MH. Hace unos días, inaugurando el Belén que hay en la sede de la Comunidad, hablaba del sentido religioso de la Navidad. ¿Es usted creyente?
No se trata de mí, de si me gustan los toros o si soy creyente. Lo importante es que hemos perdido el sentido de la Navidad. Pensamos que va de regalos, luces y vacaciones. Pero cuando tantos ciudadanos en situaciones calamitosas celebran la Navidad es porque han entendido el sentido de ser hombre y lo que significa el Evangelio.
MH. ¿Se imagina el futuro fuera de la política?
No me imagino sin trabajar. Me he tomado ese trabajo como un reto diario, lo he vivido con corazón y mucha intensidad. Pero en la política hay que estar un tiempo determinado, lo justo.
MH. ¿Cuánto es lo justo?
No lo sé. Antes hablaba más de ello, hasta que me empezaron a regañar en la calle: «No depende de ti. En el momento en que la gente te da su confianza, nosotros decimos cuándo empieza tu fecha de caducidad». Y tienen razón. Pero cuando no pueda dar la batalla, estar solo a esto o empiece a acomodarme, habrá llegado el momento.
MH. ¿Le gustaría volver a dedicarse a la comunicación?
Sí. Al final, esa es mi profesión. A lo mejor el alma de periodista ha hecho que nunca utilice lo que mejor suena, sino las cosas como las veo. Intento hablar claro, porque me cansan las medias tintas.
MH. ¿Cómo lleva que se hable de su imagen en los medios de comunicación?
Me causa desconcierto, porque lleva tan poca estrategia detrás que los que sepan de moda no entenderán los cambios drásticos que llevo. Ojalá pudiera dedicarle tiempo como merece la moda española.
MH. ¿Sigue buscando casa para comprar?
Para una mujer que vive sola, no depende de nadie y se dedica al periodismo y a la política, hipotecarse siempre ha sido un freno. Ay del político que lo primero que hace es hipotecarse, porque invierte el orden de sus preocupaciones. Ahora me lo tengo que plantear por cómo trabajo y cómo vivo. Y las hipotecas no dejan de subir.
MH. ¿Mantiene los mismos amigos que tenía?
He conocido a gente muy interesante, pero soy muy celosa de mi vida personal, de mis amigos de siempre, los de la infancia en el pueblo y los de la Facultad. Son los que cuido, los que van a estar siempre ahí.
MH. ¿Y cómo ha conseguido proteger su esfera más íntima?
Con orden y disciplina que antes no tenía. Con horarios estrictos para levantarme, para no ir a eventos aunque me apetezca, porque tengo que cuidarme, descansar, protegerme y proteger la institución. La Comunidad de Madrid es mi vida, por encima de todo. Cuando lo asumes, te genera nostalgia, porque hay años de tu vida que han desaparecido, y echas de menos lo que eras, lo que tenías.
MH. ¿Qué es lo que más echa de menos?
MH. Sin duda, a mi familia. Ver crecer a mis sobrinos, eso me emociona; ver envejecer a mi madre… Y viajar todo lo que viajaba. Pero compensa.
MH. ¿Alguna vez, tras leer una declaración suya, ha dicho: «Me he pasado»?
No, pero sí he sido consciente de que una declaración iba a ser muy criticada y con el tiempo se me iba a dar la razón. Cuando dices lo que crees, sabes que va a tener repercusión, y más siendo yo. Pero no vivo odiando ni en contra, aunque intenten crearme ese personaje. Sé que, como sumo cada día con paciencia y cariño, todo se recoloca.